jueves, 6 de octubre de 2016

¿Qué pasa, preciosa?



Ahora que el niño ha cumplido dos años, él toca el tema a su esposa de ampliar la familia, de tener un segundo hijo. Ella reacciona con ligera incomodidad a la sugerencia, y no porque no quiera ser mamá otra vez, sino por el amargo recuerdo de lo que padeció al nacer su bebé, una experiencia que decidió callar a su marido para no arruinarle la alegría de haberse convertido en papá primerizo.

-¿Qué pasa, preciosa?
-Nada, no pasa nada.
-La cara que has puesto dice todo lo contrario. ¿Qué sucede?
-Tengo que contarte algo.

Comienza a describirle el trato que sufrió por parte de médicos y enfermeras que le atendieron durante el parto en la clínica donde le tocó dar a luz. Le narra en especial una acción que para ella fue cruel en el instante, traumática a la postre.

-...la enfermera empezó a gritarme que me aguantara el dolor y que mejor dejara de lloriquear como una niña, que si me seguía quejando yo iba a ser culpable de que mi bebé naciera mal. Fue horrible.

Toda vez que termina de escuchar el desgarrador testimonio de su esposa, él le seca las lágrimas con un pañuelo, le alza el rostro con ternura poniéndole el dedo índice en su mentón. Ya que tiene la mirada de ella frente a la suya, la abraza. "Eso no volverá a suceder, te lo prometo", le susurra. Más calmada por confesar lo vivido, le manifiesta estar de acuerdo con darle hermanito a su hijo.

-Prométeme una cosa.
-Dime.
-Quiero elegir el lugar donde nacerá el bebé y quiero que estés conmigo en todo momento, no quiero volver a estar sola.
-Te lo prometo, así será.

@saludprimal



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