miércoles, 14 de septiembre de 2016



-¿Qué hacemos?
-Busquemos otras opciones.
Después de la alegría causada por la noticia del embarazo vino la seriedad. Era su segundo hijo. A diferencia del primero, ella no quería que el siguiente retoño naciera mediante cesárea. El hecho de haberse sentido angustiada, ofendida y maltratada en el hospital, le causó un trauma que no quería repetir. Por su parte, él comprendió lo dicho por su esposa y estuvo de acuerdo.
La conversación fue el primer gran paso para ellos. Esa noche, antes de ir a la cama, se fundieron en un fuerte abrazo. Fue un abrazo distinto para ambos, un abrazo nuevo, fresco. “¿Qué hacemos?”. “Busquemos”. Eran un equipo que iba en la misma dirección: encaminarse juntos hacia una novedosa experiencia que aún desconocían.
-¡Te amo!
-¡Yo también te amo!
Decírselo mutuamente fue importante para ellos. Era necesario no para reafirmar lo que sienten uno por el otro, sino para manifestar de forma recíproca que estaban seguros de lo que querían: un nacimiento sin cesárea. Fueron a dormir envueltos en una sonrisa por la dicha de saber que iban a ser padres por segunda ocasión, por saberse unidos en otra aventura.
Al día siguiente amanecieron para tocar el tema de los partos humanizados. Algo habían escuchado sobre ellos, pero no tenían conocimiento específico acerca de lo que son. Al día siguiente empezaron a buscar opciones, empezaron una nueva historia como pareja y como papás.

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