jueves, 22 de septiembre de 2016

Juguetitos mexicanos (o lo que no se debe hacer con un chile habanero)


Vaya usted a saber cuál era su nacionalidad. Con una mezcla de escaso castellano y un nada entendible inglés, el tipo apenas podía hacerse medio entender entre tanto ashsdjhuhd dssahdjhsdñ dhahñjdsadja que gritaba como loco. “Fuck, fuck, agrrrrr, agrrrrr, help, fuego”.  Su rostro no era blanco sino rojizo marca diablo. Lloraba, también lloraba. Iba echándose agua en la cabeza, en la cara, en todo el cuerpo.
Después de haber corrido por la pequeña calle de acceso a la playa, emprendió otra carrera hacia el mar como si se tratara de un asunto de vida o muerte. Se introdujo con toda urgencia aventándose con los brazos abiertos y el vientre por delante. Continuó gritando.
Buena persona, una chica se le acercó para preguntarle en inglés si estaba bien, si podía ayudarle en algo. “Ñsjhshdjsñd dkasjdkajsdkas djaskdjkassssssssssssssssssss”. Pobre muchacha, obtuvo como respuesta un alarido de idioma desconocido, un alarido que la espantó y provocó que se alejara del lugar.
De repente dos muchachos, vestidos con atuendo de mesero, arribaron a la playa. Querían reírse. Pese a la aparente preocupación de su gesto contenían la carcajada. Conversando entre ellos, mordiendo la risa, se dirigieron hacia el tipo, su cliente.
-Es que no mames, ¡¿por qué nadie le quitó el chile habanero?!
-No me fijé que era un chile, pensé que era otra cosa.
Esperaron unos minutos en la playa al hombre que se metió al mar para sofocar el ardor de la piel, al hombre que se puso a jugar con un chile habanero hasta el momento en que se talló los ojos y se frotó los brazos.

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